Campos de Marte, de Héctor Solari
7 de noviembre de 2019 - 5 de enero de 2020
La obra de Héctor Solari mantiene desde hace muchos años una relación muy importante con el contexto de la violencia mundial. Son preocupaciones del artista, las guerras en los distintos puntos del planeta, las guerras en Medio Oriente, los atentados en distintos lugares del mundo, la dictadura uruguaya, su país de nacimiento, de los años 70 del siglo pasado, y también la situación de inequidad de la mujer en tanto objeto sexual. En esta muestra en el
Museo Blanes, bajo el nombre de Campos de Marte, el artista selecciona siete de sus últimas obras producidas en Alemania y presenta tres nuevas especialmente creadas para el Museo Juan Manuel Blanes.
Son las batallas interminables de la humanidad que aparecen y vuelven a aparecer en el mundo plástico de Héctor Solari. En sus dibujos, videos, coreografías e instalaciones, el tema es persistente, porque los derechos de los hombres son elementales.
Esta exposición Campos de Marte recoge varias de las propuestas de Solari en los últimos años y las denomina de esta forma, en tanto los campos de Marte son los espacios donde los ejércitos se ejercitan, recuperan y descansan (por primera vez así denominados durante la República Romana, estando ubicados al norte de la muralla serviana). Entre las obras que se revisan están Té en Kabul, Mirando la guerra, La Merienda, Coerper, Sync, Eurídice, Diesseits.
Las nuevas son: Campos de Marte, Paisajes después de la batalla y Tereus y Filomela.
La violencia es representada por Héctor Solari a través de sus dibujos en blanco y negro (pastel y goma de borrar sobre papel), dibujos vinculados a un expresionismo que manifiestan el sentir del artista y su impotencia, o, su situación de bienestar, injusta y privilegiada en comparación con los que padecen estos horrores. Los dibujos con juegos de
luces y sombras duras recrean o refieren, sin ser explícitos, las cárceles de la dictadura uruguaya, vacías; allí donde hubo presos, el individuo no aparece, aparecen los espacios de reclusión, una relación directa con los acontecimientos ocurridos en aquellos años oscuros (Libertad, 2010). El artista se refiere a un mundo dramático representado también por fotografías y videos en blanco y negro de ciudades destruidas (Catastrophes, Montevideo arde, 2002).
En Té en Kabul o Mirando la guerra (2010, 2015) aparecen seres anónimos, muchas veces de espaldas, quietos, seres que están allí, seres sufrientes de esas guerras que Solari representa. En el caso de Coerper, la coreografía presenta los cuerpos de los bailarines contorneándose de forma dolorosa. En Sync o en Diesseits, la escenografía construida en una paleta de colores fríos, me recuerdan a las atmósferas de Blade Runner; aquí Solari completa esa mirada sobre nuestra sociedad, sobre la humanidad en guerra, distópica, injusta, colapsada, deteriorada o contaminada.
Es el mundo futuro apocalíptico de Blade Runner que representa esa atmósfera tal como la
obra de Solari y “…que explora otras convenciones como la mujer fatal…” En La Merienda, las “Barbies”, perfectas, que nos hablan sobre un mundo de mujeres bellas, literalmente de plástico, podrían completar esta referencia a Blade Runner, un paralelismo de esas y esos esclavos, ellas esclavas de un mundo misógino y patriarcal.
Solari nos muestra esta atmósfera de una humanidad violenta y en decadencia en contraste con el mundo colorido de las “Barbies”, contraste estético con aquellos que el artista construye y expone en las otras representaciones.
Estas mujeres que son una referencia a un modelo de mujer pervertido, se ven manipuladas por el artista hasta el horror, así como los replicantes se ven manipulados por el hombre en Blade Runner.
Diesseits, una instalación inmersiva que trabaja con videos y sonidos, induce la participación del público, y reconstruye paisajes en la medida que moviliza un elemento que es iluminado, así como las paredes, por los proyectores que muestran estas imágenes.
Héctor Solari presenta una obra comprometida con los derechos humanos, una obra que ciertamente nos atrapa estéticamente y nos hace reflexionar, que genera una sinergia de dolor que no ignoramos, una estética de la represión, de la guerra y el sufrimiento que aparecen expuestos en cada uno de esos Paisajes después de la batalla.
Cristina Bausero